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El control de la pauta para imponer el relato. Por Silvana Giudici | Para LA NACION 13/06/2014

Desde la sanción de la   ley servicios de comunicación audiovisual  , la política de medios del gobierno nacional no se detiene en su búsqueda de la hegemonía.

Corresponde analizar las últimas medidas anunciadas por la Presidenta para verificar que el sueño de la prensa disciplinada y la opinión uniforme sigue tan vigente como en los inicios de su gobierno.

Durante el acto de inauguración del edificio de Télam, frente a actores y empresarios de medios afines al Gobierno,  Cristina Kirchner anunció la semana pasada beneficios impositivos para medios gráficos y la creación de un organismo estatal  para medir la audiencia televisiva (Sistema Federal de Medición de Audiencia, Sifema). En su discurso planteó que el organismo era necesario para «saber qué miran, cuáles son los gustos y preferencias de los argentinos desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego».

Más allá de cualquier discusión técnica sobre mediciones de audiencias, lo que debe preguntarse cualquier ciudadano es para qué querría un gobierno destinar recursos públicos para hacerlo y cuál es la finalidad de la información recabada.

Está claro que, tal como lo señaló la Presidenta, la cuantificación de la audiencia tiene impacto directo sobre la facturación en publicidad comercial; cuanta más audiencia convoca un programa, mayores son los costos de la pauta. Es decir, a mayor rating, mayores son los tarifarios para los anunciantes.

Allí debemos buscar las razones de la creación del Sifema, anticipado por Gabriel Mariotto en los debates por la ley de medios. La vocación por la imposición del relato es tan fuerte que lo que se intenta ahora es el control del comportamiento de la pauta privada. Parecería que con la inyección de casi 4000 millones por año de propaganda gubernamental directa en los medios no es suficiente, y así se lanzan a la tarea de controlar la totalidad del mercado para decidir cuáles son los medios que crecen o se ahogan, con la utopía de digitar la facturación de pauta en función de los números del nuevo rating.

La avidez por el control de la pauta privada se trasluce en otra frase presidencial: «La proporción de la pauta del Estado es ínfima, casi inexistente, frente a la magnitud de la privada». Aunque ésta es una premisa absolutamente falsa, es interesante resaltarla por la frecuencia con la que se la repite y porque trasunta el interés que el Gobierno tiene en imprimirle su propia tendencia a esos recursos. El monto de la publicidad oficial para 2013 fue de 1.390.606.348 pesos de partidas del presupuesto nacional, otros 1.512.088.910 para el Fútbol para Todos y más de 510 millones que destina la Anses a propaganda. Es decir, más de 3400 millones anuales, sin contar lo que destina a publicidad Aerolíneas Argentinas e YPF, monto que si bien no se conoce con exactitud puede alcanzar otros 1000 millones de recursos públicos para la política de comunicación y propaganda del Gobierno.

En la estimación de la Presidenta, la publicidad privada asciende a 30.000 millones. Sin comprobación o más dato que el vertido por ella. Los 4000 millones de pauta oficial representarían el 13,3% del total de la publicidad en el país. Una proporción nada ínfima, como se ve. Esa cifra por sí sola convierte al Estado nacional en el principal anunciante del país.

Con ese mito desvelado debemos recordar que durante 2013, a través de Guillermo Moreno , entonces secretario de Comercio Interior, ya se había intentado controlar el comportamiento de la publicidad comercial con bastante éxito. Con el sometimiento de los supermercadistas al llamado «cepo publicitario» desde febrero de 2013 hasta marzo de este año, la pauta comercial llegó a caer en un 80%, afectando la sustentabilidad de los medios gráficos.

Como se advierte, el aparato de propaganda gubernamental, ya sea a través de la publicidad privada o del oligopolio estatal de medios generado en los últimos años, apunta a imponer una realidad favorable al oficialismo, donde todo lo que se muestre de la administración kirchnerista sea amigable.

Por eso es tan importante para el Gobierno, en su última etapa, controlar el rating y las preferencias de los ciudadanos. Acorralado por el escándalo de corrupción del vicepresidente Amado Boudou, la apuesta por el control de los medios se redobla.

La fórmula que vienen aplicando -ley de medios, distribución de la pauta oficial para disciplinar líneas editoriales, cepo publicitario, compra de medios por empresarios amigos- no ha sido exitosa. La audiencia sigue registrando niveles superiores para el periodismo «no militante», como es el caso de Jorge Lanata. Por eso esta vuelta de tuerca, por eso el Indek del rating y la estalinista Secretaría de Coordinación del Pensamiento Nacional creada a la medida de Ricardo Forster. Todo para convencernos de una vez por todas que 6,7,8 es el programa más visto de la TV y que el gobierno de Cristina es el mejor de la historia.

La autora es presidenta de la Fundación Led y fue presidenta de la comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados

13/06/2014